Wednesday, February 18, 2009

20 Junio del 05 (el dos mil no se dice).

Las cosas pueden cambiar en un solo día.

Dedos de color dedo escriben este mail, atacan el teclado a golpecitos tiernos. Fuera, el aire, ese huracán de zumbido penetrante, está alerta y caliente. Puedo oír la tarde que llega. El lento ventilador de techo. El sol detrás de las cortinas. La mosca que choca contra el cristal de la ventana. Pero aquí no hay lagartijas de patas pulpo. Ni pasos de gallina de patio. Como en Botswana.

Khartoum.

Es que estamos en Khartoum.

Donde los sueños son capturados y resoñados.

Es una casa preciosa. De paredes que fueron blancas. Pero pintadas ahora con colores pasteles. Esto hace que parezca más vieja de lo que es en realidad. Como un tesoro hundido, sacado a la superficie desde el fondo del océano, respirando burbujas a través de sus ventanas rotas. La terraza es un agujerito enorme, como un bostezo. Un agujero donde contemplar los rojos del paisaje. Y comerlo. Por el viento incansable... salgo a fumar allí mis cigarrillos, rodeada de nubes densas como el humo de fábrica. La arena del desierto me rodea con noticias del Sur...

Allí arriba siento que ocupo muy poco espacio en el mundo.
Aquí abajo siento que soy una burbuja de silencio que flota en un mar de ruido. De TV. Noticias internacionales que Pancho escucha. Tiene los ojos almendrados y somnolientos. Pero escucha las noticias con aire de triunfo apenas disimulado. Esta encantado de seguir despierto. Todavía despierto. La guerra del sueño. Jet lag.

¿Me prometes que escribirás?.
Te lo prometo, contesté sin ser realmente consciente de la situación. En ese pájaro de acero, en pleno cielo del Cairo camino de Sudán. A las 5am.

Más tarde, cuando me ví en la oficina de US, el hecho de que mis pies estuvieran en país sudanés y que no me hubieran arrebatado mis pensamientos de pájaro de acero volador, me afectaron profundamente. Así que pasado un día en Khartoum me senté delante de este teclado, como un intento de restaurar mis pensamientos.

Y aún más tarde, cuando la polvareda se unió a mi pelo y piel, cuando tejía mi nueva historia de humo en la terraza, me doy cuenta que todo este tiempo, lo único que hice fue escuchar con suma atención y cortesía, mis miedos a lo desconocido....

¿Me prometes que escribirás?. ¿Aunque no tengas nada que decir?
No estaba segura de la intención de la pregunta. Así que no contesté.

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