Wednesday, February 18, 2009

26 de junio del 05 (el dos mil no se dice).

Creo que hasta hoy nunca he conocido a un hombre que hable de su mundo – de lo que es, de cómo ha llegado a serlo o de lo que piensa que será de el – del mismo modo que otros puedan hablar de su trabajo, de sus amigos o sus fines de semana en la playa.

El hombre con el que compartí hoy un botellín de agua tenía el aspecto de un oso con malas pulgas. Estar con el allí sentada, bajo la sombra de una tela de nylon roída, me hizo sentir como si mi alma hubiera salido de mi “islita-patria” para abrirme a los insólitos confines de su mundo. Un mundo de tamaño oso.

¿Os habéis sentido alguna vez como si el mundo os perteneciera? ¿Cómo si el mundo estuviera ante vosotros como un ratoncito en una mesa de disección pidiendo que lo examinasen?

El hombre oso, sí.
El hombre oso me habló de quién es. De cómo ha llegado a serlo. Qué piensa será de él.

En lo que dura una botella de agua a sorbitos, el hombre oso me ofreció “los grandes éxitos de su vida” . En fascículos fáciles de llevar. En inglés. Con acento divertido.

Así hizo:

Sorbito. Quien soy.
Sorbito. Cómo llegué a ser lo que soy.
Sorbito. Qué pienso será de mi.
Sorbito. Se acabó el agua. Masalaama. (adiós).

Podría presentar una queja por escrito al hombre oso.
Incluso ahora, cuando bebo sorbitos de agua, el recuerdo de su vida se encadena con cada gota.
Una queja por escrito que diga:

Querido hombre oso (dos puntos) desde la tarde en que usted apareciera en mi vida, los sorbitos de agua me llevan al mismísimo Mohammed Ali, el cual se remonta a 1821..... ¿Podría usted deshacer el hechizo? Sinceramente agradecida. Laura


.......

Pero desgraciadamente para mí, al volver al trabajo, la queja por escrito que presenté, me fue devuelta y con lacito, en bandeja de plata.

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